Desde que vivimos confinados, hace ya 7 semanas, todas las conversaciones y noticias giran entorno al COVID-19. La sociedad, tal y como la conocemos, se ha detenido, parando industrias y reduciendo la movilidad de las personas. Pero hay un claro beneficiado de esta situación: nuestro planeta. La contaminación del aire ha caído en todo el mundo, un 40% aquí en Euskadi donde se ha llegado a niveles de hace una década.
Sin embargo, a pesar de la reducción temporal de las emisiones de gases de efecto invernadero, la concentración en la atmósfera del principal de estos gases, el dióxido de carbono (CO2), sigue aumentando según datos difundidos por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), lo que nos da indicación de la gravedad del problema. Y es que no, contaminación y cambio climático no son lo mismo. La contaminación ambiental se debe a la presencia en el ambiente de cualquier agente que pueda ser nocivo o perjudicial para la salud, seguridad o bienestar de la población. Como es el caso del NO2, que ha bajado sus niveles principalmente por la reducción del tráfico. Por otro lado, el cambio climático es generado por un aumento en la concentración de gases efecto invernadero (GEI), principalmente el CO2. La mayoría de estos gases no afectan a la salud directamente, y no son considerados gases contaminantes.
Los expertos no se ponen de acuerdo en vaticinar cómo será la recuperación de la crisis económica provocada por la pandemia. Algunos aseguran que será peor que la de 2008, mientras que otros, prevén una rápida recuperación casi a modo de resorte, en V. Y es que, a diferencia de entonces, esta crisis ha sido provocada por causas completamente ajenas a la esfera económica y financiera. Lo único seguro es que corremos el riesgo de que nos haga olvidar la lucha contra el cambio climático adoptando medidas económicas nocivas para la salud de nuestro planeta.
La respuesta que los gobiernos ofrezcan a la salida de la crisis será decisiva para evitar el efecto rebote en las emisiones de gases nocivos a la atmósfera. En EEUU se han relajado sus controles medioambientales, y China avanza por el mismo camino. Y en Europa, países como Polonia o la República Checa han pedido que se suspenda el sistema de comercio de derechos de emisiones (conocido por sus siglas ETS) por la COVID-19.
Pero no se puede permitir que la situación actual sirva de excusa para postponer las políticas de transición ecológica que ya estaban en fase de desarrollo cuando comenzó la pandemia y esto es lo que trece ministros de Medio Ambiente y Clima de la UE exigieron en un escrito a Bruselas. En la misma línea surge la Alianza Europea para una Recuperación Verde apoyada por 180 representantes del mundo político, económico y social. En su manifiesto reclaman que el Pacto Verde, aprobado en enero con el ambicioso plan de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050, sea la vía para salir de la crisis. Lo que se solicita es analizar qué instrumentos de los propuestos en el Pacto Verde pueden adelantarse con el objetivo de acelerar una recuperación verde y una transición justa.
Esta aceleración implica grandes inversiones que permitirían luchar contra el cambio climático a la vez que generar empleo, crecimiento y mejoras en el estilo de vida. En efecto, los firmantes de la alianza se comprometen a trabajar por la "movilización de paquetes de inversión verde" tras la crisis de la COVID-19.
La recuperación verde girará en torno a seis ejes, siendo la descarbonización de la economía el primero de ellos. Aquí entra en juego el impulso a las energías renovables, en un momento además en el que ya son más competitivas que los combustibles fósiles. Los siguientes ejes son la industria, apostando por la eficiencia energética y la economía circular; los edificios, impulsando la rehabilitación energética; la movilidad sostenible; la alimentación, potenciando el consumo de proximidad; y la conservación de la biodiversidad. De hecho, algunos expertos aseguran que el coronavirus puede ser una consecuencia de la pérdida de biodiversidad que sufre el planeta por las emisiones de CO2, entre otros factores.
Lo que parece claro, y así lo ha manifestado la ONU, es que la emergencia sanitaria actual se debe al COVID-19, pero la gran amenaza de la humanidad sigue siendo sin duda el Cambio Climático.
El liderazgo de España en el ámbito de las energías renovables es indiscutible. No solo en potencia instalada, si no también desde el punto de vista del desarrollo tecnológico e industrial, contando con una importante participación en toda la cadena de valor.
A nivel nacional, pesa además que, la dependencia energética de España está muy por encima de la media europea. Actualmente importamos alrededor del 74% de la energía que consumimos. De nuevo, las energías renovables resultan clave para solucionar este grave problema. Porque hoy, la catástrofe es una pandemia, ¿quién dice que mañana no sea una crisis energética? El liderazgo de España en el ámbito de las energías renovables es indiscutible. No solo en potencia instalada, si no también desde el punto de vista del desarrollo tecnológico e industrial, contando con una importante participación en toda la cadena de valor.
España es el país de la Unión Europea con mayor longitud de costa (8.000 kilómetros) y cuenta con 46 puertos nacionales. Con una gran experiencia en el sector naval y un importante esfuerzo en I+D+i, está en una posición privilegiada para liderar las Energías Renovables Offshore. Y lo está demostrando, con una industria puntera con fuerte presencia en el mercado internacional de energía eólica marina, por ejemplo, ya cuenta con empresas y consorcios participando en toda la cadena de valor de los proyectos eólicos marinos europeos.
Aun teniendo un sector líder, fallamos en instalación. Es cierto que la plataforma continental de nuestras aguas es corta y estrecha y enseguida se alcanzan grandes profundidades, pero la nueva tecnología de plataformas flotantes permitiría instalar en España parques eólicos marinos. Y tenemos la tecnología en casa, ¿no merece la pena un pequeño esfuerzo?
El País Vasco se ha convertido además en un nicho tecnológico e industrial de las Energías Renovables Offshore. Es referencia mundial con amplia trayectoria en el sector naval, cuenta además con desarrolladores locales, infraestructuras de ensayo, centros tecnológicos punteros y una industria bien posicionada capaz de suministrar componentes avanzados en toda la cadena de valor.
Desde el Polo de Conocimiento Euskampus Energías Renovables Marinas se viene apoyando la cooperación entre los diferentes agentes en el campo de la investigación. Esta colaboración, dio lugar en 2017 a la creación del Joint Research Laboratory on Offshore Renewable Energy, una alianza estratégica con el objetivo de reforzar los lazos de investigación y aprovechar las sinergias entre los participantes. Formado por investigadores de UPV/EHU, TECNALIA y BCAM, ha conseguido consolidar un equipo multidisciplinar abarcando prácticamente todas las áreas de investigación en energías renovables offshore lo que facilita su participación en proyectos a nivel nacional e internacional. A día de hoy, su coordinación es tal, que los objetivos del polo de conocimiento están ya cubiertos por el JRL-ORE, lo que permite ahora integrar la participación de nuevos agentes en la consecución de un objetivo más amplio: la transición energética. Por ello, estamos empezando a trabajar para extender el perímetro de actuación a un nuevo Polo de Conocimiento, un Polo de Energías Renovables, del que el JRL-ORE cubriría la parte marina e incorporaríamos nuevos retos vinculados a la necesaria transición energética.
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